miércoles, 25 de febrero de 2009

MOTIVACIÓN

Mi amiga Alida me comenta que le gustan las personas normales “con conciencia”. El proyecto que quisiera materializar pretende implicar a dicha personas, sin que tengan que renunciar a sus responsabilidades cotidianas; pero que a su vez puedan compartir sus conocimientos de forma solidaria y cooperativa para desarrollar proyectos planteados desde la fuente, o sea, desde y por la gente que lo necesita.

Pienso que podría ser una buena idea crear una plataforma que reúna a ONGs. Ellas están en el terreno. Explicándolo en líneas muy generales, se podría ir colocando en la red las necesidades de modo que una parte de la comunidad, voluntariamente, podría organizarse para desarrollar el proyecto. Considero que las ONGs actuales, las cuales están asumiendo retos que antes correspondían a los gobiernos, tienen que entender la necesidad de trabajar todas conjuntamente. Los grupos solos y aislados tampoco pueden hacer nada. Hay que tener la inteligencia de formar comunidades y convergencias que nos permitan movilizar y empujar a los ciudadanos.

Así, y enlazando con la pregunta de la entrada anterior: ¿cómo podríamos motivar a la participación de dichas personas normales (de estos ciudadanos)? Me interesa conocer opiniones.
Como es sabido, el psicólogo humanista Abraham Maslow (1908) propone una pirámide de necesida­des que va desde las necesidades orientadas hacia la supervi­vencia, que son relativamente fuertes, hasta las que se orientan hacia el crecimiento o metanecesidades, que son más débiles. Estableciendo una relación entre la Pirámide de Necesidades de Maslow y los niveles de evolución postulados en la Teoría de la Desintegración Positiva de Kazi­mierz Dabrowsky (1902), Maslow y Lucas Boden incorporan nuevos niveles de jerarquía motivacional cuando las necesidades fisiológi­cas, de protección y seguridad, de amor y pertenencia y de valoración son satisfechas. Según Maslow, a partir de ahí comienzan a emerger las necesidades orientadas hacia el crecimiento, que sumen al individuo en un estado de inquietud e insatisfacción que lo lleva a querer convertirse en la persona que se propone ser.

Llegados a este caso, habría que diferenciar dos niveles: uno, constituido por aquellos que sólo buscan su autorrealización personal, como señalaba Maslow, y otro, formado por las personas que buscan no sólo su autorreali­zación sino también actualizar su dimensión transpersonal.

En este nivel más allá de la dimensión de la autorrealización personal, nos encontramos con dos componentes: la autoactualización (Zelfverwerkelijking) y la autotrascendencia (Transcendentie).

En el primer componente se encuentran los sujetos que ya han vislumbrado el camino hacia la autoactualización o actualización del ideal de personalidad. Es un permanente “llegar a ser” (desarrollando los valores de responsabilidad, autenticidad, autonomía, juicios reflexivos, empatía y otros asociados con la realiza­ción de valores del ser) en el cual ser totalmente actualidad no se alcanza nunca.

La autotrascendencia o capacidad de tras­cender el ser, que es el nivel más alto alcanzado por el hombre, surge en niveles avanzados de la evolución de la personalidad y lleva al sujeto a trascender las preocu­pacio­nes individuales y dirigirse hacia las más colectivas o universales. En este nivel, la persona vive con un alto nivel de autorrealización y comprometida con causas altruistas.

Dicho esto, me pregunto si el proyecto que estoy planteando, en el cual se pretende la implicación o participación de personas cuyas necesidades básicas, de conocimiento y de reconocimiento están satisfechas, debiera satisfacer esta dimensión de autotrascendencia.

¿O no? ¿Y cómo?

lunes, 16 de febrero de 2009

NORMALIDAD

Os voy a resumir un extracto del libro de Belén Gopegui (Madrid, 1963), “El padre de blancanives”.

Enrique, padre de Susana, chica con “ganas (también) de mejorar al mundo” contesta a Goyo, amigo de Susana:

“Tengo cuarenta y nueve años y tres hijos, la mayor tiene veinte, el mediano dieciséis, el pequeño trece. Me llamo Enrique, gano lo suficiente para haber terminado de pagar la casa, mis hijos están sanos, mi mujer es profesora, yo trabajo en una empresa de desarrollo y mantenimiento de aplicaciones. Mi hijo mediano es capitán de un equipo de voleibol, al pequeño le gusta leer cómics. Hemos procurado –sí, soy de los que hablan en plural para referirse a cuestiones como la educación de los hijos- limitarles las horas de videojuegos y también las horas de televisión. No me siento culpable de mi estilo de vida; cada vez que compro algo o cuando alquilo un buen apartamento con piscina para el verano no pienso que estoy arrancándole el futuro a diez niños africanos enfermos...

Goyo ...(no pienses que) nuestra vida es un paseo por el campo cogiendo margaritas y no hay grietas, temblores, no se nos hunde a veces el suelo bajo los pies.

Educar bien a mis hijos, procurar ser amable, defenderme, defender a los míos, ser un poco hijo de puta cuando así me lo exijan las circunstancias, no interferir en asuntos que estén fuera de mi radio de acción, pagar la menor cantidad posible de impuestos, disfrutar de la vida, evitar la crueldad gratuita. Son mis preceptos. Sinceramente pienso que con ellos contribuyo al equilibrio. ...Y es posible que tres o cuatro veces al año tenga envidia de ti. También me pasa al escuchar la historia del aventurero encerrado en una base de la Antártida. ...No son situaciones que quisiera para mí; sin embargo, durante unos segundos, me parecen muy deseables. ¿Envidio la intensidad? Repito que no querría esas vidas, pero me atrae la idea de poder vivirlas. ...Hasta que (me encuentro en mi casa, en mi trabajo, con mi vida normal).

...Me engaño esas tres o cuatro veces al año en que añoro la intensidad, Goyo. Me engaño cuando te envidio. El equilibrio es un bien precioso ...el equilibrio (de la familia), esta boba e insípida placidez de ciertos seres felices de clase media que es, quizá, una de las conquistas más valiosas del género humano, más que cualquier sinfonía, cualquier cuadro, cualquier tratado científico.”

Desearía iniciar el proyecto solidario contando con toda clase de personas. ¿Cómo podrían implicarse en este proyecto dichas personas normales? ¿Cómo podríamos incentivar un sentido de pertenencia a las personas que participen del mismo?

miércoles, 11 de febrero de 2009

PROYECTO SOLIDARIO

Quisiera contribuir a mejorar al mundo.
No sé como. Pero tengo una idea que quisiera compartir con quién lo desee y a ser posible, desarrollarla mediante el trabajo colaborativo.

Me considero una persona inquieta, curiosa y, sobre todo, en búsqueda permanente. No quiero que me malinterpreten; pues soy inmensamente feliz y tengo todo lo que he deseado en mi vida. Podría decir que he logrado las metas que me he propuesto. Tengo una mujer y tres hijos maravillosos, un trabajo que me gusta, que me permite seguir aprendiendo ejerciendo mi profesión con cierta autonomía y flexibilidad, no tengo problemas económicos, desarrollo mis hobbies, como correr y leer. En fin, no me puedo quejar.

Por otro lado, planifico mi vida demasiado y me tientan la ambición, el consumismo...y muchas otras cosas. Pero aún así no me siento indiferente a las desgracias que nos rodean. Especialmente con los que padecen hambre.

Siento la necesidad de mejorar el mundo.
Podría apadrinar un niño, contribuir económicamente con una ONG, hacer compras de comercio justo. También puedo trabajar de voluntario para alguna de ellas. Estas acciones las pueden hacer cualquier persona. Pero pienso que algunas personas poseen unas capacidades y un conocimiento superior y que, si las involucramos para que las orienten, aunque sea una pequeña parte o algo de su tiempo a este servicio podría multiplicar o abrir numerosas e imaginativas posibilidades de ayudar que de otra forma serían más difíciles o largas de implementar. Y también creo que esa es una responsabilidad que debemos al mundo del que somos parte. Ya el concepto de desarrollo sostenible, como aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones, Informe Brundtland (1987) se refiere a algo parecido.

Así que quisiera poner en marcha un proyecto que involucre especialmente a las personas con educación superior y a los estudiantes universitarios, un proyecto que tenga como base el trabajo en red y en cooperación con otras ONGs. A lo mejor contribuyendo a desarrollarlo encuentro lo que busco.

¿Debo considerar que implicarme en este proyecto es salirse de la norma? ¿Debemos aspirar a ser seres excepcionales? Por otro lado, conozco a muchas personas normales, plenas e inmensamente felices.
Tengo una certeza, eso es todo. Hagamos cosas. En el camino podremos aprender algo sobre como ser mejor persona, también, otro horizonte.

Ah! Me llamo Juan Diego Borrero Sánchez.