martes, 28 de abril de 2009

COMPROMISO EN LA PRÁCTICA

Desarrollar una práctica exige la formación de una comunidad cuyos miembros pueden comprometerse mutuamente y, con ello, reconocerse mutuamente como participantes. Todo lo que sea necesario para hacer posible el compromiso mutuo será esencial de cualquier práctica.

La práctica (Etienne Wenger, 1952) se refiere al significado como experiencia de la vida cotidiana. El significado se sitúa en un proceso de negociación en el que interactúan dos procesos que forman una dualidad: la participación (proceso por el que experimentamos el mundo y nuestro compromiso con él como algo significativo) y la cosificación (proceso de dar forma a una experiencia).

Para asociar práctica y comunidad, es necesario que la primera despliegue tres dimensiones:
- Compromiso mutuo.
- Empresa conjunta.
- Repertorio compartido.

El tipo de cohesión que transforma el compromiso mutuo en una comunidad de práctica requiere trabajo. Para ello, el individuo debe identificarse como algo o alguien e identificarse con algo o alguien, es decir, desarrollando una asociación cuya experiencia sea constitutiva de quiénes somos. Al mismo tiempo, la identificación es algo que nos hacemos a nosotros mismos y algo que hacemos a los demás. Nos identificamos con una comunidad y, a la inversa, somos reconocidos como miembros de una comunidad.

Así, el compromiso en la práctica es una fuente de doble identificación, pues nos comprometemos con lo que hacemos y, al mismo tiempo, nos comprometemos con las relaciones que mantenemos con otras personas. En el contexto del compromiso, la identificación tiene lugar en el hacer.

Volviendo al proyecto solidario al que aludía en mis primeras tres entradas me pregunto cómo podríamos movilizar y empujar a los ciudadanos para participar en el proyecto, creando una comunidad de práctica. Cómo podemos conseguir un sentido de pertenencia a la misma. Cómo podemos mostrarles que lo que hacen tiene efecto directo en sus vidas.

Necesito un mensaje y una historia.

jueves, 16 de abril de 2009

CIENCIA Y ÉTICA

El filósofo José Antonio Marina, en un periódico, el 1 de marzo, decía que todo ciudadano tiene que saber responder a estas preguntas: ¿Necesitamos una moral común? ¿En qué podríamos fundamentarla? ¿Cuál podría ser su contenido? ¿Por qué deberíamos respetarla?

Dado lo mucho que entra en juego para el mundo en general, las decisiones sobre el curso de la investigación, el uso concreto de nuestros conocimientos y qué posibilidades tecnológicas deben ser desarrolladas no se pueden dejar en manos de los científicos, empresarios y los representantes del gobierno. Como dijo el Dalai Lama, es necesario que el público participe más en el proceso.

Los desafíos actuales son tan grandes y los peligros asociados del mal uso de la tecnología son tan globales que necesitamos una orientación moral que podamos utilizar colectivamente, sin dejarnos obstaculizar por diferencias doctrinales. Uno de los factores clave es una visión holista e integral de la sociedad humana, que reconozca la naturaleza fundamentalmente interrelacionada de todos los seres vivos y su entorno. Esta orientación moral implica conservar nuestra sensibilidad humana y dependerá de que nunca perdamos de vista nuestros valores fundamentales como el reconocimiento del gran valor de la vida y la comprensión de la necesidad de un equilibrio en la naturaleza.

Dada la realidad profundamente interrelacionada del mundo actual, debemos mantener el espíritu de unidad de la especie humana en su totalidad. Si no, observemos la tierra desde el exterior. Nos daremos cuenta que todos somos miembros de un misma familia y habitamos la misma casa. No merecen la pena ni los desacuerdos ni la agresión a este hogar.

Si deseamos construir un modelo de convivencia justo y aceptable para todos, debemos cumplir con valores fundamentales y comprometernos en la práctica con ellos.

lunes, 6 de abril de 2009

CIENCIA Y FILOSOFÍA

El jueves pasado estuve en una conferencia del profesor José Antonio Marina. Filósofo.

“El ser humano no puede prescindir de la filosofía. La filosofía tiene que ver con los valores, las opciones, las creencias, la comunicación, los símbolos culturales, en pocas palabras, con el arte de vivir. En consecuencia, la filosofía no debería competir con la ciencia. Ni mirarla por encima del hombro” (Salvador Pániker).

Totalmente de acuerdo.