domingo, 12 de septiembre de 2010

¿POR QUÉ NO CREO EN LOS POLÍTICOS DE HOY? (SALVO ALGUNAS EXCEPCIONES)

¿Vas a votar? Paso. De eso hace ya algún tiempo. ¿Y por qué pasas? Porque no confío en los políticos. JD, yo creo, me dijo AB, que te equivocas. Si pasamos, no podremos cambiar las cosas que no nos gustan. Para ello debemos comprometernos políticamente. Voté. Y desde ese momento he seguido ejerciendo mi derecho al voto (y cumpliendo con mi deber de votar, como me dijo AB).

Me he acordado de esa conversación y quisiera explicar el porqué no creo en los políticos de hoy.

Para ello he vuelto a lo que aprendí sobre derecho político hace ya algunos años. Describíamos el concepto de poder político como capacidad de una persona o conjunto de personas, de imponer sus decisiones a una comunidad, determinando su obediencia y asegurándola, en caso necesario, con la coerción.

Ocurre que el poder político cuenta con dos significativas facetas: la autorictas y la potestas. La autorictas es la cualidad (histórico-moral-carismática) predicable máximamente de algunas personas, que se reconoce y acepta voluntariamente; mientras que la potestas (cualidad jurídico-competencial) se obedece, sin que ello signifique siempre, reconocimiento de quienes la ostentan. La autorictas suscita adhesión racional y emocional; la potestas se impone y se soporta.

Ahora bien, los titulares del poder político reúnen, en dosis variables, autorictas y potestas, de modo que en una forma política será más intensa y extensamente aceptada su potestas cuanto más intensidad de autorictas contenga y cuanto menos intensidad de potestas se imponga.

¿Cómo aceptar potestas a quienes no se le reconoce autorictas?