No alcanzo a
recordar ningún viernes de Dolores sin visitar a mi abuela. Ayer fue el primero
sin ella, pero la tuvimos presente, y eso fue bonito.
Debemos hablar
más de los que no están. Recordar cómo eran, qué hacían, qué anhelaban… y
pasarlos de nuevo por nuestro corazón, aunque estos recuerdos ya no coincidan con
los hechos. La memoria es un depósito que guarda la herencia del pasado,
pero, según Halbwachs, no como evocación objetiva de lo que aconteció, sino más
bien la reconstrucción que, desde el presente, se hace en un momento
determinado de acuerdo a unos intereses concretos. La memoria, en este sentido,
es siempre una resignificacón del pasado. No es extraño que la
preocupación por la memoria, por su gestión, haya conducido a la
preocupación por el olvido, entendido
éste como aquellas zonas de “penumbra” que consciente o inconscientemente se
originan en cada resignificación del pasado. Porque resulta evidente que los “olvidos”
modelan los recuerdos. Pero eso no debe ser motivo de desencuentro ni de
preocupación. Nosotros seguiremos existiendo mientras seamos recordados.
Recordar proviene
del latín re (de nuevo) y cordis (corazón): “volver a pasar por el corazón”.
Quiero invitarlos/as a detenernos y reflexionar sobre la importancia de nuestro
vínculo con el pasado. Recordar para mantener vivos a nuestros antepasados, de volver
significativo para la experiencia personal nuestro patrimonio cultural, así como
para tomar mayor conciencia de quiénes somos.