lunes, 16 de febrero de 2009

NORMALIDAD

Os voy a resumir un extracto del libro de Belén Gopegui (Madrid, 1963), “El padre de blancanives”.

Enrique, padre de Susana, chica con “ganas (también) de mejorar al mundo” contesta a Goyo, amigo de Susana:

“Tengo cuarenta y nueve años y tres hijos, la mayor tiene veinte, el mediano dieciséis, el pequeño trece. Me llamo Enrique, gano lo suficiente para haber terminado de pagar la casa, mis hijos están sanos, mi mujer es profesora, yo trabajo en una empresa de desarrollo y mantenimiento de aplicaciones. Mi hijo mediano es capitán de un equipo de voleibol, al pequeño le gusta leer cómics. Hemos procurado –sí, soy de los que hablan en plural para referirse a cuestiones como la educación de los hijos- limitarles las horas de videojuegos y también las horas de televisión. No me siento culpable de mi estilo de vida; cada vez que compro algo o cuando alquilo un buen apartamento con piscina para el verano no pienso que estoy arrancándole el futuro a diez niños africanos enfermos...

Goyo ...(no pienses que) nuestra vida es un paseo por el campo cogiendo margaritas y no hay grietas, temblores, no se nos hunde a veces el suelo bajo los pies.

Educar bien a mis hijos, procurar ser amable, defenderme, defender a los míos, ser un poco hijo de puta cuando así me lo exijan las circunstancias, no interferir en asuntos que estén fuera de mi radio de acción, pagar la menor cantidad posible de impuestos, disfrutar de la vida, evitar la crueldad gratuita. Son mis preceptos. Sinceramente pienso que con ellos contribuyo al equilibrio. ...Y es posible que tres o cuatro veces al año tenga envidia de ti. También me pasa al escuchar la historia del aventurero encerrado en una base de la Antártida. ...No son situaciones que quisiera para mí; sin embargo, durante unos segundos, me parecen muy deseables. ¿Envidio la intensidad? Repito que no querría esas vidas, pero me atrae la idea de poder vivirlas. ...Hasta que (me encuentro en mi casa, en mi trabajo, con mi vida normal).

...Me engaño esas tres o cuatro veces al año en que añoro la intensidad, Goyo. Me engaño cuando te envidio. El equilibrio es un bien precioso ...el equilibrio (de la familia), esta boba e insípida placidez de ciertos seres felices de clase media que es, quizá, una de las conquistas más valiosas del género humano, más que cualquier sinfonía, cualquier cuadro, cualquier tratado científico.”

Desearía iniciar el proyecto solidario contando con toda clase de personas. ¿Cómo podrían implicarse en este proyecto dichas personas normales? ¿Cómo podríamos incentivar un sentido de pertenencia a las personas que participen del mismo?

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