martes, 10 de marzo de 2009

LA CONDICIÓN HUMANA

Según Hobbes, el “hombre es un lobo para los otros hombres”. Sostiene que lo que de verdad le mueve es su miedo y su egoísmo. Locke también reconoce que los hombres no observan estrictamente los mandatos de la equidad y la justicia. A mí me gusta tomar la posición de Hobbes a la hora de buscar respuesta a la difícil pregunta: ¿el ser humano es bueno o malo por naturaleza?

La semana pasada fue difícil para mí. Me ha llegado que ciertos comentarios míos no han sentado bien a personas relevantes de mi Universidad. A lo mejor, lo que me cuentan no es del todo cierto. No obstante, es verdad que hay personas que se molestan por algunas de mis opiniones y de mis acciones.

Siempre he sido especialmente crítico con aquellos que ostentan cargos públicos de responsabilidad. Considero que tienen una misión muy importante y deben, por eso, ser modelos a seguir. Pero me doy cuenta que al cabo de un cierto tiempo, y aunque sus intenciones fueron buenas, se van desligando del proyecto de interés común por el que han sido llamados a trabajar y van optando por decisiones siempre algo beneficiosas personal o profesionalmente. En este proceso, unos se sienten tentados por la facilidad de la apropiación indebida; otros son vanidosos y tienen una contínua necesidad de alardear de su posición (se encuentran en el nivel motivacional que Maslow definía como de la necesidad de valoración o reconocimiento social). Por eso, cuando alguien hace una crítica constructiva o hace una propuesta, suelen tomarlo como una amenaza a su posición; y cuando se equivocan, no asumen la responsabilidad, sino que la desvían injustamente hacia un tercero ausente.

Creo en la fertilidad de lo distinto. Las diferencias, sean de opiniones o de gustos, tornan fértiles los espíritus. Además, el respeto por ellas nos hace más grandes, pues como decía Voltaire en una carta al abad Le Riche en 1770 (en una cita que he leído en no sé qué periódico): “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”. Llegados a este punto, aunque no respetes las opiniones, respeta, al menos, a quién opina.

Aquí predicamos mucho de eso, pero lo trabajamos poco. Bajo la concepción de Hobbes, la sociedad se transforma en el elemento fundamental de nuestra libertad. La protección que ésta ofrece nos permite vencer nuestro miedo animal, dejar de lado el recelo y ser, en definitiva, más bondadosos. Posiblemente sea cierto, pero la causa de todo esto es la falta de valores sólidos en nuestra sociedad. Vivimos sumidos en una dinámica materialista e individualista de donde nos es difícil escapar.

Algunos piensan que estoy creando una universidad paralela. Seguramente se equivoquen en cuanto a la perspectiva. Pero si por defender en el ámbito de mi trabajo, la tolerancia, el respeto, la honestidad, el compromiso, la diversidad, la voluntad... se considera crear otra una universidad, entonces no se equivocan en pensarlo.

Termino al revés de como comencé: ¿Habrá tenido razón Rousseau al afirmar que el hombre es bueno por naturaleza? ¿Es la sociedad la que corrompe la esencia pura y benévola del alma humana? ¿Cómo es posible que una sociedad compuesta de espíritus esencialmente buenos se corrompan entre sí? ¿No sería más riguroso decir que fueron las condiciones de vida, las exigencias que implica el tener que sobrevivir, las presiones impuestas por el poderío llamado ambición, las necesidades, la competitividad para poder ser alguien que se destaque, las que hicieron que las almas traicionaran su naturaleza?

NOTA: Todo lo bueno y lo malo es inherente al ser humano; no es que algunas personas sean buenas y otras, malas. Spinoza y Hume se dieron cuenta de que la mejor manera de contrarrestar una emoción negativa es tener una emoción positiva aún más fuerte.

¿Nos hemos olvidado los valores universales? ¿Dónde están?

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